¿Quién hubiera pensado, hace tan sólo algunos años, que dos de las mayores potencias mundiales iban a encontrar puntos de coincidencia casi plena, en algunas de las decisiones de sus gobiernos? El homo, lesbo, trans y bi odio, lo han logrado.
Y pensar que Estados Unidos y la Federación Rusa (en tiempos de la Unión Soviética), protagonizaron uno de los conflictos políticos, económicos, militares y por la hegemonía, más largos del siglo XX. La Guerra fría insumió décadas de enfrentamientos y tensiones, siempre al borde de un estallido que nunca llegó a ser.
Pero ahora son tiempos diferentes. “Lo pasado, pisado” pensarán Donald y Vladimir, que encuentran en algunos aspectos de sus decisiones de gobierno, coincidencias asombrosas.
Y uno de esos aspectos, sin dudas, es el que refiere a los derechos de lesbianas, gays, bisexuales, trans, intersex y toda la comunidad LGBT+. Ahí no hay oriente y occidente, no hay competencia ni tensión. Por el contrario, hay en los mandatarios de ambos países la certeza que la constitución del colectivo de la diversidad sexual como enemigo, contribuye a galvanizar apoyos de los sectores más reaccionarios en cada uno de sus países.
Ay Vladimir!
Vladimir Putin, líder del país más extenso del mundo, ya nos ha demostrado que no se lleva bien con las “diversas formas del amor”. Sólo admite las que respondan al estereotipo heterosexual. Recientemente ha declarado que “mientras yo sea Presidente, no habrá matrimonio homosexual. No habrá progenitor uno y dos, habrá papá y mamá”.
Una promesa que suena a amenaza a perpetuidad. ¿Hace cuántos años que Vladimir es el líder de la Federación rusa? ¿Por cuántos años más lo seguirá siendo? La perspectiva no es alentadora para nuestro colectivo en ese país.
Ya en 2013, el Parlamento ruso aprobó la ley que prohíbe la “propaganda homosexual” y dice buscar “proteger a los menores de la promoción de las relaciones sexuales no tradicionales”, norma que implica en la práctica la prohibición de difundir cualquier contenido relativo a la visibilización de cualquier contenido relativo a las personas LGBT+ en Internet, los diarios, la televisión o la radio.
También restringe estos contenidos en los espacios educativos, imponiendo fuertes multas a docentes y profesores que osen desconocer la ley. Y en la práctica implica la imposibilidad de realizar Marchas del Orgullo, por ejemplo, o que el colectivo de la diversidad sexual pueda organizarse a través de agrupaciones que defiendan los derechos básicos.
En su actual cruzada por la reforma constitucional, grupos vinculados al Presidente Putin han publicado un golpe bajo, en formato spot televisivo, mentiroso, homo odiante y estereotipado, en el cual en pos de defender los “valores tradicionales”, recrean una adopción por parte de una pareja de varones, para destilar toda la agresividad posible.
Make America cis hetero again!
Pero de este lado del océano, las cosas no son muy diferentes. En su deriva autoritaria Donald Trump ha decidido enfrentar a todo lo que cree representa los valores “liberales” de su país, esos que según él están enquistados en algunas ciudades de ambas costas (Nueva York, Washington, Boston, Seatlle, Los Angeles o San Francisco) pero nada tienen que ver con el Estados Unidos real, con la América profunda, religiosa y conservadora. La América de los farmers.
Y por supuesto encontró en el colectivo LGBT+ un enemigo perfecto.
Apenas asumido comenzó a retrotraer diversas Órdenes ejecutivas impulsadas por los colectivos sociales y apoyadas por el Presidente Obama que otorgaban derechos y reconocimiento legal a las personas trans en diversos campos de la vida cotidiana: el ejército, los espacios laborales y el acceso a la salud entre otras.
También apoyó abiertamente a los grupos anti derechos, permitiendo retrocesos en materia de derechos sexuales, reproductivos y no reproductivos, en varios Estados de la Unión. Incluso está en cuestión hoy la sentencia Roe vs. Wade que permite el aborto legal en todo el país.
En ese derrotero, la escalada Trumpista contra el colectivo LGBT+ alcanzó esta semana un nuevo pico.
En un informe presentado por el Departamento de Justicia ante la Corte Suprema, le solicita al alto Tribunal que falle a favor del “Catholic Social Services”, una agencia de adopción, con sede en Filadelfia, que insiste en que debería ser legal rechazar a las parejas del mismo sexo que quieran adoptar.
Cabe recordar que Estados Unidos cuenta con Matrimonio Igualitario en todo su territorio, por una sentencia que la propia Corte Suprema dictó en 2015, cuando contaba con una mayoría progresista que hoy es sólo un recuerdo.
El gobierno de Trump, que no es parte del caso, ha presentado el informe de forma voluntaria destacando que el Departamento de Justicia de E.E.U.U. tiene un «interés sustancial» en el caso porque debe protegerse el «libre ejercicio de la religión» en el país.
En su contenido el informe expresa que «se adhiere a la creencia de que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer» por lo que la adopción tramitada ante el Catholic Social Services debería funcionar solo por parejas heterosexuales o personas solteras.
Muchas décadas han pasado del Plan Marshall, el bloqueo de Berlín, la construcción y caída del Muro, la crisis de los misiles de Cuba, las carreras armamentística, espacial y nuclear, la explosión en Chernobyl y la Perestroika; y esos desencuentros han quedado atrás.
Hoy Donald y Vladimir encontraron un nuevo enemigo común: aquellas y aquellos que reivindicamos el derecho a vivir y amar libremente, en un mundo igualitario.
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