Por Esteban Paulon, Director Ejecutivo del IPP LGBT+
Las recientes declaraciones del Papa Francisco sobre la aceptación de la figura de la Union Civil para personas LGBT+ sorprendieron, quizá, por la oportunidad. Pero no demasiado por el contenido. Es que el entonces Cardenal Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires, había adelantado esa misma idea a activistas de la diversidad sexual en pleno debate por la ley de Matrimonio Igualitario en Argentina, allá por el año 2010. En aquel momento se debatirán dos caminos para brindar derechos y protección a las parejas conformadas por personas del mismo sexo. De un lado, la Union Civil impulsada por la Comunidad Homosexual Argentina. Por el otro, el Matrimonio Igualitario que la Federación Argentina LGBT llevó al Congreso por primera vez en 2005. A Bergoglio, hoy Francisco, lo sedujo la primera opción. Es que seguramente - según su pensamiento - resolvía su intención de brindar un "paquete de derechos" a las parejas LGBT+ (casi en los mismos términos que su declaración reciente) sin sacrificar la santidad del Matrimonio. Y con la venia de un sector minoritario del colectivo que disputaba esos derechos, sonaba demasiado tentador. Del otro lado el Congreso nacional opto por la ley de máxima, una norma que no solo otorgaba el reconocimiento de derechos, sino que lo hacia desde la noción de igualdad plena y sustantiva. Los mismos derechos, con los mismos nombres, rezaba la campaña de la Federación que ganó las calles, el apoyo de la mayoría del colectivo y los votos en el parlamento. Tan errados, la FALGBT y el Congreso, no estaban. Argentina fue el décimo país del mundo en legalizar el matrimonio para las parejas del mismo sexo, pero no fue el ultimo. Luego vinieron veinte países mas. Veinte países y un fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos - en base a la Opinión Consultiva 24 - que ya comenzó a dar sus frutos: Ecuador y Costa Rica garantizan hoy el derecho al Matrimonio a todas las parejas. Todas las familias acceden a la misma protección en cumplimiento de aquella sentencia. Por eso es importante hacer una lectura de las recientes expresiones del Papa desde varias aristas. Primero, sin dudas es un importante avance que marca un punto de inflexión en la posición histórica de la jerarquía católica sobre esta temática. Contra lo que pareciera un consenso interno mayoritario contrario a tan abierto reconocimiento del derecho de lesbianas, gays, bisexuales y trans a formar familia, Francisco avanza "en la publica", evitando los sínodos y concilios vaticanos, la rosca interna. Y este avance trae calma, sosiego y reparación a muchas y muchos creyentes LGBT+ que se encontraban dentro a una institución de la cual solo habían recibido odio, desprecio y violencia. En segundo lugar expresa la pretensión papal de re conectar con una feligresía joven que encontraba un abismo entre la vivencia cotidiana de la fe y los preceptos vetustos que la Iglesia como institución seguía (y sigue) sosteniendo. Temas como el uso del preservativo, la educación sexual integral, las relaciones pre matrimoniales y el respeto a la diversidad son temas que las y los miembros jóvenes del pueblo católico casi no discuten. Pero sí ven cada vez más lejos la posición oficial al respecto. Un tercer aspecto lo constituye la idea de Union Civil como "dique de contención" ante el avance del Matrimonio Igualitario. Los mismos sectores que negaron siempre nuestros derechos (cualquier avance era innegociable) nos tiraban "por la cabeza" la Union Civil cuando la aprobación del Matrimonio Igualitario era inminente. Ante el avance indiscutible de los derechos LGBT+ en buena parte de los países, el Papa nos ofrece ahora la Union Civil para poder conformarnos con menos que la igualdad. Sobre el primer punto el tiempo dirá si esta declaración de Francisco es sólo una expresión de deseo personal, con impacto individual e íntimo en las y los miembros LGBT+ de la Iglesia, o tendrá impacto estructural en el posicionamiento del Estado Vaticano al respecto (el Papa es el Jefe de Estado pero no maneja todos los resortes). Respecto al segundo aspecto habrá que ver si un aparente "golpe de timón" como el que implica esta declaración, revierte la sangría de fieles que viene sufriendo globalmente el catolicismo, a manos de grupos Evangélicos pero también hacia la desmovilización y el desanimo. Respecto de la tercera consideración, los antecedentes recientes señalan que la mayor parte de las sociedades que hoy debaten sobre la ampliación de derechos para el colectivo LGBT+, optan por descartar las leyes "apartheid", y avanzan a modelos de igualdad legislativa. Durante mucho tiempo se sostuvo en diversas sociedades que la igualdad consistía en darle a cada sector sus derechos específicos. Esa experiencia se vio en la segregación racial en Estados Unidos o el régimen de apartheid en Sudáfrica. Y lejos de igualar, legitimaron la discriminación. La verdadera igualdad se logra removiendo las barreras que impiden que algunas o algunos, por el solo hecho de ser diferentes, no puedan acceder a los mismos derechos y oportunidades que las demás personas. Muchos interrogantes abiertos, de difícil respuesta. Muchas dudas, y solo una certeza. El colectivo LGBT+ no acepta nada menos que la igualdad. Y hacia allí seguiremos caminando.
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